¿Cómo herir a una persona con palabras?

¿Cómo herir a una persona con palabras?

Palabras degradantes

¿Sabías que en todos los idiomas hay más palabras negativas que positivas? Parece que necesitamos muchas palabras para describir nuestros sentimientos negativos, pero nos conformamos con un puñado de palabras positivas.

No es de extrañar que a muchos de nosotros nos cueste mantener a raya nuestros comentarios negativos. Durante los últimos seis meses, he estado trabajando en el lenguaje verbal que he estado utilizando y que ni siquiera me doy cuenta de que hiere a los demás y, en algunos casos, les hace sentirse inferiores. Incluso me he dado cuenta de que he utilizado un par de ellos en mi sitio web personal y de negocios. Esto es un “no-no” que necesitaba arreglar.

No puedoCuando le dices a alguien que no puede hacer algo, a menudo acaba creyéndote (tengas razón o no). Esto es especialmente cierto si la persona ha llegado a confiar y respetar tus opiniones.

Tonto “Tonto” es una evasión, y es una de esas palabras que nunca debes utilizar. Si realmente crees que alguien tiene una inteligencia inferior a la media, decirle que es tonto no va a servir para animarle o motivarle.

Las palabras pueden herir el discurso

Es normal discutir de vez en cuando o enfadarse. Pero no debe durar demasiado y, sobre todo, nunca debes utilizar las palabras hirientes como arma. ¿Cómo puedes expresarte sin herir a la otra persona? ¿Y cómo debes reaccionar cuando eres víctima de palabras hirientes? Aquí tienes algunas ideas.

Es posible que ya hayas escuchado estas palabras. Puede que incluso las hayas utilizado. Son violentas, agresivas, crueles o despectivas. No dejan cicatrices visibles, pero son dolorosas y pueden tener graves consecuencias. Por suerte, puedes aprender a reconocerlas y evitarlas. He aquí algunos ejemplos:

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Cuando estés enfadado, no te dejes llevar. Muérdete la lengua en las palabras de las que probablemente te arrepientas y cálmate antes de hablar. Si es necesario, vete a dar un paseo o haz otra cosa hasta que se te pase el enfado. Cuando te sientas más en control, habla con calma, utilizando el “yo”. Escucha lo que la otra persona tiene que decir y trata de encontrar posibles soluciones con ella.

Si lo que alguien ha dicho te ha herido, díselo. Pídele a la persona que pare y explícale lo que sientes. Si tienes la sensación de que la otra persona no te está escuchando, termina la conversación sin gritar ni utilizar tú mismo palabras hirientes.

Cuidado con lo que dices las palabras hieren

Avancemos hasta la edad adulta, soy un introvertido tranquilo que disfruta de su soledad. No soy de los que se ponen por delante. No soy un snob, todo lo contrario, pero me lo han llamado en más de una ocasión.

La cosa funciona así: Alguien nos dice algo que no es muy agradable, nos enteramos por un amigo de que un compañero de trabajo ha insultado nuestro nuevo peinado o personalidad, o vamos por la calle y vemos que alguien nos señala y susurra.

Los alimentamos con preocupación y rabia. Contemplamos las palabras, intentando diseccionar su significado. Absorbemos su energía negativa. Luego, para empeorar las cosas, nos aferramos a ellas, permitiendo que se enconen durante días, semanas o incluso años.

Dependemos en gran medida del apoyo y la aceptación de las personas de nuestra vida. Sentimos la presión de complacer a quienes nos rodean y de ser aceptados. Nos gusta la atención de los demás como confirmación de nuestra propia valía.

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Estos casos se nos quedan grabados. No los dejamos pasar como hicimos con el gato que saltó la valla. En cambio, alimentamos estas experiencias con un pensamiento tras otro, diseccionando y definiendo. Lo absorbemos todo.

Insultos que hieren los sentimientos

Dalla Malé Fofana no trabaja, asesora, posee acciones ni recibe financiación de ninguna empresa u organización que pueda beneficiarse de este artículo, y no ha revelado ninguna afiliación relevante más allá de su nombramiento académico.

La polémica de octubre de 2020 en la Universidad de Ottawa en torno al uso de la palabra “n” nos recordó que hay partes de nuestra historia -como la trata transatlántica de esclavos, el Holocausto o la represión de las Primeras Naciones- que deben abordarse con respeto y empatía, incluso cuando se habla de ellas en un esfuerzo por comprenderlas mejor.

Sólo quienes han vivido esas experiencias pueden sentir plenamente el dolor y la humillación asociados a ciertas palabras, como la palabra “n”. Hay que reconocer que ciertas palabras siempre llevan consigo una pesada carga. Su mera evocación puede traer recuerdos dolorosos, enterrados en lo que se conoce como memoria discursiva.

Como especialista e investigador en lingüística y análisis del discurso, me interesa la comunicación entre individuos de diferentes culturas porque los malentendidos que provoca se basan a menudo en reflejos y puntos de referencia inconscientes, lo que los hace aún más perniciosos.

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