Acuerdos de paz de Chapultepec
Los Acuerdos de Paz de Chapultepec. Para Maurice Lemoine, intelectual francés “en la mesa de negociaciones, se pone fin a una hegemonía militar de sesenta años y se permite una profunda reforma del Estado basada en una serie de medidas sin precedentes: respeto del sufragio universal; reforma del poder judicial; reforma constitucional; separación de la Defensa y la Seguridad Pública, reducción del ejército, creación de una policía nacional civil…”.
Los Acuerdos de Paz de Chapultepec fueron un conjunto de acuerdos de paz firmados el 16 de enero de 1992, día en que finalizó la Guerra Civil salvadoreña. El tratado estableció la paz entre el gobierno salvadoreño y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Se firmó en el Castillo de Chapultepec, México[1][2][3].
El tratado fue negociado[4] por representantes del gobierno salvadoreño, del movimiento rebelde FMLN y de los partidos políticos, con observadores de la Iglesia Católica Romana y de las Naciones Unidas. Las conversaciones de paz contaron con la mediación de Álvaro de Soto, representante especial del Secretario General de la ONU[5].
Genocidio en El Salvador
Hemos aprendido que perseguir el fin del conflicto armado es distinto, y puede entrar en conflicto con el fortalecimiento de la democracia. En El Salvador, el fin de la violencia se convirtió en el impulso primordial. Nos centramos en la desmovilización de las fuerzas opositoras, la retirada de las armas y la creación de medios de vida alternativos para los combatientes. En este apuro, el general Ponce Enrile consiguió colocar a 1.500 soldados de los batallones más desprestigiados en la nueva fuerza policial; una clara violación de los acuerdos de paz mediados por la ONU, pero nadie tenía una solución alternativa. Se hizo mucho hincapié en la creación de una nueva policía civil y de una Academia de Policía, pero se prestó poca atención a la calidad de la formación o a los requisitos previos de los cadetes de policía. Una reforma democrática igualmente importante fue el acuerdo para destituir a los actuales magistrados del Tribunal Supremo, cuya falta de independencia los convertía en un mero instrumento del presidente. Sin embargo, cuando se llevó a cabo esa reforma constitucional en 1994, los magistrados siguieron vinculados a los patrones políticos. Más recientemente, la lucha por la independencia del Tribunal Supremo se puso de manifiesto en la exigencia del gobierno de que las decisiones del Tribunal Supremo fueran unánimes, lo que otorgaba al juez favorito del presidente un derecho de veto. Admirablemente, la protesta de la sociedad civil y su insistencia en que las decisiones judiciales se tomen por mayoría se impusieron.
Cia el salvador
Hace treinta años, el 16 de enero de 1992, el gobierno salvadoreño y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) firmaron un histórico acuerdo de paz que puso fin a la brutal guerra civil del país. Los acuerdos no sólo fueron los primeros en ser mediados por las Naciones Unidas en una de sus primeras incursiones en la construcción de la paz, sino que también tienen la distinción de ser el acuerdo de paz más duradero de esa época. Los países que posteriormente negociaron acuerdos de paz, incluido el vecino de El Salvador, Guatemala, aprendieron de las lecciones -mejores o peores- de El Salvador.
Los acuerdos de paz que siguieron al de El Salvador fueron, en general, más detallados, exhaustivos e inclusivos. Sin embargo, teniendo en cuenta que son pocas las misiones de consolidación de la paz de la ONU que tienen éxito, es sorprendente que el alto el fuego de El Salvador haya durado casi treinta años. Los acuerdos de paz dieron paso a una era de elecciones democráticas en la que los antiguos rebeldes podían competir y ganar las elecciones, cambiando las balas por las papeletas, como se suele decir.
Sin embargo, la semana pasada, la asamblea legislativa de El Salvador votó para no conmemorar el aniversario de los acuerdos de paz, a los que el presidente Bukele se ha referido anteriormente como una “farsa” que no generó ningún beneficio para el pueblo salvadoreño. Bukele, que no había conmemorado los acuerdos de paz desde su elección en 2019, ha criticado con frecuencia los acuerdos como un pacto entre la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA, el partido en el poder durante las negociaciones de paz) y el FMLN que dio paso a una nueva era de corrupción. En su votación de la semana pasada, la asamblea estableció el Día de las Víctimas del Conflicto Armado en reconocimiento a quienes perdieron la vida y a quienes vivieron con “la falsa idea de una sociedad más justa que nunca llegó.”
Refugiados de El Salvador años 80
Este mes de enero se cumple el 30º aniversario de los acuerdos de paz entre el gobierno y la guerrilla izquierdista de El Salvador, que pusieron fin a una guerra civil de una década que se cobró al menos 75.000 vidas. Los acuerdos establecieron un alto el fuego y la desmovilización de las fuerzas guerrilleras, convirtiendo al Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional de una fuerza rebelde en un partido político. También redefinieron el papel de las fuerzas de seguridad, ordenaron reformas electorales y judiciales y establecieron una comisión de la verdad para investigar los actos graves de violencia cometidos por ambas partes. El Salvador pasó de ser un país dominado por los militares a una sociedad relativamente abierta con una política competitiva, diversas organizaciones cívicas y medios de comunicación libres.
Sin embargo, muchos de los objetivos del acuerdo siguen sin cumplirse. Las leyes de amnistía han obstaculizado las investigaciones sobre las atrocidades cometidas durante la guerra, las débiles instituciones no han protegido al pueblo salvadoreño de la corrupción y los abusos generalizados, y las violentas bandas callejeras dominan muchas comunidades empobrecidas, sometiendo a los salvadoreños a amenazas, extorsiones y violencia sexual. El descontento con el liderazgo del país después del conflicto ayudó a elegir al presidente Nayib Bukele, un joven populista carismático, en 2019.