¿Qué dice el Salmo 127 3?

¿Qué dice el Salmo 127 3?

Salmo 127:3 niv

Durante las próximas semanas, quiero hacer una serie de entradas en las que “reexaminemos” algunos versículos conocidos de la Biblia. Hoy consideraremos el Salmo 127:3-5, “He aquí que los hijos son una herencia del Señor, el fruto del vientre una recompensa.  Como flechas en la mano del guerrero son los hijos de la juventud.  Dichoso el hombre que llena su carcaj con ellos”. A los expertos cristianos en crianza de los hijos les encanta citar este pasaje, pero a menudo pierden el verdadero significado del mismo.

He escuchado a múltiples expertos en crianza de hijos estirar y alargar la metáfora de que los hijos son como “flechas en la mano de un guerrero”. Suponen que esto significa que los niños, como las flechas, fueron creados para ser lanzados al mundo. Creen que este pasaje implica que los niños no deben permanecer unidos a sus padres, sino que deben ser lanzados al mundo como una flecha disparada con un arco.

Sin considerar ni por un momento que esta metáfora podría apuntar a una verdad diferente, los expertos en crianza pasan páginas y páginas diciendo que es un mandato bíblico apuntar cuidadosamente y lanzar a los niños por su cuenta.

Mensaje del Salmo 127:3

El Salmo 127 es el salmo número 127 del Libro de los Salmos, que comienza en inglés en la versión King James: “Si el Señor no construye la casa”. En latín, se conoce por el incipit de sus dos primeras palabras, “Nisi Dominus”[1] Es uno de los 15 “Cantos de los Ascensos” y el único de ellos atribuido a Salomón y no a David.

El texto se divide en cinco versos. Los dos primeros expresan la idea de que “sin Dios, todo es vano”, resumida popularmente en latín en el lema Nisi Dominus Frustra. Los tres versos restantes describen la progenie como una bendición de Dios.

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Según la tradición judía, el Salmo 127 fue escrito por David y dedicado a su hijo Salomón, que construiría el Primer Templo[2]. Según Radak, los versos 3-5, que hacen referencia a los “hijos”, expresan los sentimientos de David hacia su hijo Salomón; según Rashi, estos versos se refieren a los alumnos de un erudito de la Torá, que son llamados sus “hijos”[2].

La superinscripción del salmo lo denomina “de Salomón”,[3] pero el teólogo cristiano Albert Barnes señaló que “en la versión siríaca, el título es: “De los Salmos de la Ascensión; dicho por David en relación con Salomón; también fue dicho por Ageo y Zacarías, que instaron a la reconstrucción del Templo”. [La versión autorizada describe el salmo como “un canto de grados para Salomón”,[5] y los traductores de Wycliffe reconocieron ambas opciones[6]. Isaac Gottlieb, de la Universidad de Bar Ilan, sugiere que la referencia en el verso 2 a “su amado” (yedido) “recuerda el otro nombre de Salomón, Yedidiah”[7].

Salmo 127:3 nkjv

El Salmo 127 es un cántico de ascensión, es decir, uno de los quince cánticos que se cantaban durante las fiestas en la subida a Jerusalén. Fue escrito por Salomón, y tiene dos partes. La primera, en los versos 1-2, expresa que, sin Dios, los trabajos son vanos. La segunda parte, en los versículos 3-5, se centra en la idea de que “los hijos son una herencia del Señor” (Salmo 127:3).

Junto con la verdad de que los hijos son una herencia del Señor, el salmo afirma que las casas no se construyen a menos que el Señor bendiga los esfuerzos (Salmo 127:1a). Las ciudades no están protegidas a menos que el Señor las guarde (Salmo 127:1b). Levantarse temprano y retirarse tarde no tiene sentido a menos que Dios bendiga los esfuerzos en el medio, y Él es capaz de bendecir a su pueblo incluso mientras duerme (Salmo 127:2). En otras palabras, los esfuerzos humanos sólo tienen valor si se realizan pensando en Él y con su bendición.

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Del mismo modo, la búsqueda de tener y criar hijos sólo se cumple si Dios los bendice. Los hijos no son, en última instancia, el producto del esfuerzo humano, sino que “los hijos son una herencia (o regalo) del Señor”. El fruto del vientre es una recompensa concedida por Dios (Salmo 127:3b). Salomón compara los hijos de la juventud con las flechas en manos de un guerrero (Salmo 127:4). El guerrero envía las flechas con habilidad hacia su objetivo con la esperanza de que den en el blanco. La expectativa de Salomón es que esas flechas den en el blanco, pues el hombre que tiene muchas flechas es bendecido (Salmo 127:5). Los que tienen hijos siempre tendrán a alguien que los acompañe (Salmo 127:5b).

Salmo 127:3 devocional

La crianza imperfecta es más común de lo que creemos. Es tan común que todos los padres son culpables de ello. Así es, este mensaje a los padres imperfectos va dirigido a todos los padres porque todos somos padres imperfectos que necesitamos la gracia de Dios por medio de Jesucristo.

El Salmo 127:3-5 nos dice: “He aquí que los hijos son una herencia del Señor, el fruto del vientre una recompensa. Como flechas en la mano del guerrero son los hijos de la juventud. Dichoso el hombre que llena su carcaj con ellos. No será avergonzado cuando hable con sus enemigos en la puerta”.

Los hijos no son recompensas en el sentido de que sean trofeos de nuestros logros, sino que son premios que Dios nos da gratuitamente a pesar de nuestras imperfecciones. Como padres, fallamos en muchas ocasiones a la hora de orientar, proveer ampliamente o ejemplificar la fe a nuestros hijos. Pero incluso en nuestro fracaso, Dios llena los vacíos que no podemos llenar y nos bendice a nosotros y a nuestros hijos para que podamos recibir la plenitud.

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Para muchas personas, la paternidad se convierte en una marca que llevan. A menudo juzgamos a los padres según el estilo de crianza y la eficacia de la crianza que llevan a cabo. Muchos padres quieren que sus hijos sean buenos porque así reflejarán lo buenos que son y el honor que les aportarán.

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