Conciencia verso de la Biblia
3 Min ReadLa función de la conciencia en la toma de decisiones éticas suele complicarnos las cosas. Los mandamientos de Dios son eternos, pero para obedecerlos debemos primero apropiarnos de ellos internamente. El “órgano” de esa interiorización se ha llamado clásicamente conciencia. Algunos describen esta nebulosa voz interior como la voz de Dios en el interior. La conciencia es una parte misteriosa del ser interior del hombre. Dentro de la conciencia, en un recoveco secreto, se encuentra la personalidad, tan oculta que a veces funciona sin que seamos inmediatamente conscientes de ello. Cuando Sigmund Freud llevó la hipnosis al lugar de la investigación científica respetable, los hombres comenzaron a explorar el subconsciente y a examinar esas cavernas íntimas de la personalidad. El encuentro con la conciencia puede ser una experiencia impresionante. El descubrimiento de la voz interior puede ser, como señala un psiquiatra, como “mirar dentro del propio infierno”.
Sin embargo, tendemos a pensar en la conciencia como algo celestial, un punto de contacto con Dios, en lugar de un órgano infernal. Pensamos en el personaje de los dibujos animados que se enfrenta a una decisión ética mientras un ángel se encarama a un hombro y un demonio al otro, jugando al tira y afloja con la cabeza del pobre hombre. La conciencia puede ser una voz del cielo o del infierno; puede mentir así como presionarnos hacia la verdad. Puede hablar por ambos lados de su boca, teniendo la capacidad de acusar o de excusar.
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Sin embargo, una conciencia bien formada es esencial para ordenar la vida al servicio de Dios, cuya voluntad ha sido claramente revelada en las Escrituras, en las enseñanzas autorizadas de su Iglesia y en las verdades morales objetivas que la razón humana puede conocer a partir de la ley natural.
El hombre es un ser con un cuerpo físico y un alma espiritual. En su cuerpo, el hombre se encuentra incorporado al universo físico. En consecuencia, está sometido a su orden y a sus leyes inherentes. En su naturaleza espiritual, el hombre refleja la imagen de Dios mismo. El hombre refleja la personalidad divina en su capacidad de pensar y elegir. En virtud de su razón humana y de su libre albedrío, puede decirse que el hombre ha sido “hecho a semejanza de Dios” (St 3,9).
La conciencia existe como una facultad del alma humana. La conciencia se alimenta y se nutre, se ordena y se dirige por lo que se le presenta en la capacidad racional del hombre para conocer la verdad moral objetiva, es decir, para captar lo que es verdaderamente bueno y lo que es verdaderamente malo. No existe al margen del intelecto o del libre albedrío del hombre. En contra de algunas ideas erróneas populares, la conciencia no es la “fuente” de la moral, sino que es su “servidora”.
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Una buena conciencia requiere una formación permanente. Cada bautizado seguidor de Cristo está obligado a formar su conciencia de acuerdo con normas morales objetivas. La Palabra de Dios es un instrumento principal en la formación de la conciencia cuando se asimila mediante el estudio, la oración y la práctica. El consejo prudente y el buen ejemplo de los demás apoyan e iluminan nuestra conciencia. La enseñanza autorizada de la Iglesia es un elemento esencial en la formación de nuestra conciencia. Por último, los dones del Espíritu Santo, combinados con el examen regular de nuestra conciencia, nos ayudarán a desarrollar una conciencia moralmente sensible.
El examen diario es una técnica de reflexión orante sobre los acontecimientos del día para detectar la presencia de Dios y discernir su dirección para nosotros. El Examen es una práctica antigua en la Iglesia que puede ayudarnos a ver la mano de Dios actuando en toda nuestra experiencia.
Cómo podemos formar nuestra conciencia correctamente
Hay quienes ven la conciencia moral como algo personal, interno, subjetivo y no criticable desde fuera. Incluso en el Catecismo de la Iglesia Católica se podría pensar en encontrar una justificación para tal punto de vista. Allí leemos: “El hombre tiene derecho a actuar en conciencia y en libertad para tomar personalmente decisiones morales. No se le debe obligar a actuar en contra de su conciencia. Tampoco se le debe impedir que actúe según su conciencia, especialmente en materia religiosa”.1
El problema de una visión excesivamente subjetiva es que no tiene en cuenta la cuestión. No contempla la cuestión de la conciencia en su totalidad, del mismo modo que esta cita del catecismo no se entendería correctamente si se dejara por sí sola sin verla en conjunción con los párrafos que la rodean.
La comprensión adecuada de la conciencia moral es básica para nuestra comprensión de la moral y para la vivencia de nuestra vida. Quisiera, por tanto, abordar en esta carta algunos de los aspectos más importantes de la conciencia, con la esperanza de que una comprensión más clara de los mismos se traduzca también en una apreciación más profunda de lo que es un don de conciencia y de por qué debemos, para nuestra propia felicidad eterna, atender a su adecuada formación.