¿Por qué las comparaciones son malas?

¿Por qué las comparaciones son malas?

No te compares con los demás

Recuerdo que un día, cuando tenía unos seis años, mi hermano mayor llegó a casa del colegio con uno de esos rotuladores fluorescentes con forma de estrella que tenían un color diferente en cada punta. Puse mis ojos en él y en ese momento no quise nada más que ese resaltador.

Siendo la niña bocazas que era, con un grito que mi madre sólo describe como “el infierno desatado”, luché (lloré) con uñas y dientes por ese subrayador hasta que mi padre hizo que mi hermano me lo diera.

Garabateé una oscura obra maestra de color durante cinco minutos, hasta que mis pupilas se dilataron al ver el nuevo estuche que mi hermano había sacado de su mochila. Se puede decir que a mi hermano no le gustó mi compañía durante un tiempo. Todo lo que él tenía, yo lo quería.

El problema era que ya no se trataba sólo de querer el subrayador; me estaba menospreciando a mí misma y me frustraba por qué no me daban uno, o por qué no era lo suficientemente capaz de conseguir el mío.

Las preguntas de autoduda comienzan a filtrarse: ¿Soy lo suficientemente buena? ¿Por qué no puedo hacer esto o tener aquello? ¿Voy a conseguir alguna vez las cosas que otros parecen conseguir tan fácilmente? ¿Por qué es tan difícil para mí ser feliz y tan fácil para los demás?

Cómo dejar de compararse académicamente con los demás

Aunque las comparaciones sociales, y la consiguiente envidia, se asocian a menudo con el tiempo que pasamos haciendo scroll en nuestros dispositivos, en realidad no es necesario para caer en la vorágine de la gelatina. De hecho, la gente lleva haciéndolo desde siempre: ya sea la casa de quién es más grande, el vestido de baile de quién brilla más, el sueldo de quién es más alto, quién tiene más estudios, etc.

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Incluso si no eres del “tipo envidioso” y te alegras más de la felicidad de los demás, la comparación es casi inevitable. Así es simplemente como procesamos la información: si no fuera por nuestra percepción de los demás, ¿cómo podríamos percibirnos a nosotros mismos?

Un estudio tras otro ha demostrado que el uso excesivo de las redes sociales nos hace sentirnos miserables. Sin embargo, no las abandonamos. No cerramos nuestros perfiles. Volvemos todos los días y nos pasamos horas recorriendo las noticias.

Cuando las personas publican sobre sus vidas en las redes sociales, es mucho menos probable que publiquen sobre sus dificultades, su ansiedad o los aspectos negativos de sus vidas. La gente suele publicar los aspectos más positivos de su vida en Internet, y quien consume ese contenido puede caer en la trampa de pensar que su vida es menos ideal en comparación con las experiencias y las vidas de los demás.

Efecto de la comparación

Las comparaciones pueden formularse a menudo de formas diferentes pero equivalentes. Por ejemplo, “A es mejor que B” también puede expresarse como “B es peor que A”. En 7 estudios (y en 4 estudios más en los Materiales Complementarios disponibles en el OSF) encontramos que los marcos de comparación lógicamente equivalentes tienen efectos divergentes sobre los juicios y las elecciones de los elementos que se comparan, así como de otros miembros del conjunto del que se extrajeron esos elementos. Estos efectos son asimétricos y afectan más a los elementos inferiores que a los superiores. Proponemos una explicación del “marco de comparación” que se basa en la teoría lingüística sobre la marcación de los adjetivos (Cruse, 1976; Lehrer, 1985) para explicar estos resultados. Demostramos que esta explicación se ajusta a los datos mejor que dos explicaciones anteriores sobre el encuadre de los atributos: las asociaciones valenciales automáticas (Levin et al., 1998) y la fuga de información (McKenzie y Nelson, 2003). (Registro de la base de datos PsycInfo (c) 2022 APA, todos los derechos reservados).

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Lucha contra la comparación

“No te compares con los demás” es un consejo que se ofrece con frecuencia para evitar los picos de ansiedad y otras emociones negativas. Este consejo se puede encontrar en sitios web populares como Psychology Today, Healthline y Medium. A primera vista, parece un buen consejo: ¿quién quiere sentirse mal consigo mismo? Pero la perspectiva de que “las comparaciones sociales son malas, no las hagas” es incompleta, y no refleja todo el panorama de la comparación social como proceso humano básico. Obligarnos a evitar las comparaciones es casi imposible y, de hecho, podría ser perjudicial. Las comparaciones también pueden ser positivas, y algunas pueden ser útiles, aunque no nos hagan felices en el momento. En este post, queremos ofrecer otra perspectiva sobre la comparación social, con un enfoque especial en cómo las comparaciones pueden utilizarse para fomentar comportamientos saludables.

La comparación social lleva décadas interesando a los psicólogos. Leon Festinger desarrolló la primera teoría formal de la comparación social en 1954. Propuso que tenemos un impulso incorporado para evaluarnos a nosotros mismos, y cuando no se dispone de estándares objetivos (por ejemplo, la jerarquía de puestos en una empresa), recurrimos por defecto a los estándares sociales (otras personas). Trabajos posteriores demostraron que la comparación social no es sólo un sustituto de los estándares objetivos no disponibles, sino que incluso cuando éstos están disponibles, la gente suele preferir los estándares sociales.

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