¿Por qué mi mamá es mala conmigo?

¿Por qué mi mamá es mala conmigo?

SER MALO CON MI MAMÁ PARA VER CÓMO REACCIONA

Inicio>FamiliaMi mamá es mala: Cómo lidiar con un padre enfadadoPor Robert Porter|Actualizado el 15 de julio de 2022Revisado por Stephanie Chupein, LMFSi tienes problemas en la relación con tu padre o tutor, debes saber que no estás solo. Es increíblemente común que los hijos y los padres se enfrenten, especialmente durante la adolescencia. A veces, estos problemas se trasladan incluso a la edad adulta. Si a menudo piensas: “Mi madre es mala”, este artículo te proporcionará herramientas, incluida la terapia online, para afrontar esa relación de forma más eficaz.

La mayoría de las personas piensan que sus padres o tutores son “malos” en algún momento de la adolescencia. A menudo, se debe a la lucha del niño por la independencia mientras sigue viviendo bajo la autoridad paterna; el padre está tratando de mantener a su hijo a salvo mientras el niño se eriza contra las reglas (y las consecuencias). Muchos adolescentes suelen pensar “odio a mi madre”. Sin embargo, puede haber algo más. A veces los padres padecen trastornos mentales, luchan contra las disfunciones de sus propios años de formación o viven bajo un importante estrés físico, emocional o financiero. Las respuestas a estos estímulos pueden presentarse a menudo como ira o autoritarismo en la relación padre-hijo, lo que hace que las interacciones sean más difíciles.Si te encuentras luchando por la independencia cuando tu padre hace lo que considera necesario para mantenerte a salvo, puedes sentirte frustrado o enfadado. Esos sentimientos son comprensibles, comunes y válidos. Aunque la conducta de los padres puede parecer controladora, despreocupada o innecesaria, su intención suele ser mucho más sencilla: proteger al hijo que quieren. Puede resultarte útil empezar por sentarte con tus padres en un momento en el que las cosas estén calmadas y mantener una conversación sobre cómo equilibrar tu deseo de mayor independencia con su deseo de protegerte. Una conversación que no comience en medio de un conflicto puede permitirles ver las intenciones del otro con mayor claridad.

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Mamá mala

La gente podría decir que es una madre normal, pero es mucho más. Cuida de nuestra familia y nos quiere mucho. Antes lo hacía todo, pero ahora toda la familia tiene que ayudar. A mi madre le han sustituido la cadera, así que pasamos más tiempo con ella. Es la única madre que puede ponerse una prótesis de cadera y limpiar la casa. Nuestra madre es la más guay del mundo.

Soy la persona más baja de la casa, además de mi mamá. Ella me enseña el respeto, los modales, y tiene que limpiar. Cuando llego a casa, ella está allí y hablamos de cómo ha sido nuestro día. Luego me obliga a hacer los deberes. Siempre me pregunta si tengo muchos deberes. Si los tengo, me obliga a hacerlos todos antes de poder ver la televisión.

Su pelo es rubio. No es tan alta, pero sigue siendo más alta que yo. No se dio por vencida cuando su cadera llegó al punto de no poder usarla. Al contrario, siguió adelante. En una familia de seis personas puede mantener el orden. No importa cómo se sienta, siempre tiene una sonrisa en la cara y es feliz. Siempre intenta ayudar a nuestra familia aunque no sepa hacer algunas cosas. Nuestros vecinos no son tan amables, pero ella les habla con educación. Si alguien de mi familia o yo nos enfermamos, nos trae a casa y nos da sopa y gingerale. Quiere mucho a mi familia.

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“Mi madre es la más mala. Escucha esto…” Me aparté el gran pelo emplumado de los años 80 para enfatizar. “Hoy no me ha dejado venir hasta que he terminado los deberes y he limpiado la cocina”, me quejé a mi novia.

Con el tiempo se han acumulado historias legendarias, demasiadas para contarlas. Mi estilo de crianza ha sido moldeado y formado por ellas. Para mí, mi madre era la más mala de todas. Quería saber quiénes eran mis amigos y qué veía en la televisión. Mantenía los toques de queda, esperaba que me fuera bien en la escuela y prestaba mucha atención a lo que me ponía.

Esperaba escabullirme por la puerta principal antes de que mis padres vieran mi ropa. Era la típica chica de 16 años, y sabía que no podrían oír el susurro de “cool” que anunciaba mi presencia. Tampoco entenderían que mis pantalones negros elásticos eran toda una declaración.

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Como puedes imaginar, mi respuesta fue predecible. Me marché a mi habitación y lloriqueé por encima del hombro: “¡Mamá, qué mala eres!”. Ni que decir tiene que nunca salí de casa con esos pantalones elásticos tan ajustados.

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