¿Quien quiera ser libre lo será?

¿Quien quiera ser libre lo será?

Por qué el libre albedrío es real

Y, por desgracia, no sólo se detiene en el desayuno. O en el almuerzo. O la cena. O, de hecho, cualquier decisión que recuerdes haber tomado. Todo lo que has hecho no podría haber sucedido de otra manera, y todo lo que harás se decidirá por ti, sin ninguna aportación de tu yo consciente.

El libre albedrío es una ilusión. Nuestras voluntades simplemente no son de nuestra propia creación. Los pensamientos y las intenciones surgen de causas de fondo de las que no somos conscientes y sobre las que no ejercemos ningún control consciente. No tenemos la libertad que creemos tener.

En un famoso experimento realizado en la década de 1980, el fisiólogo Benjamin Libet utilizó un electroencefalograma (EEG) para demostrar que la actividad de la corteza motora del cerebro puede detectarse 300 milisegundos antes de que una persona sienta que ha decidido moverse (aunque, cabe señalar, recientes valoraciones del estudio de Libet ponen en duda sus conclusiones).

En otro estudio, se pidió a los sujetos que pulsaran uno de dos botones mientras observaban un reloj compuesto por una secuencia aleatoria de letras en una pantalla. Los experimentadores utilizaron imágenes de resonancia magnética funcional (IRMf) para demostrar que dos regiones del cerebro contenían información sobre el botón que los sujetos iban a pulsar entre siete y diez segundos antes de tomar la decisión conscientemente.

La ilusión del libre albedrío

Si el “libre albedrío” significa que Dios da a los seres humanos la oportunidad de tomar decisiones que afectan realmente a su destino, entonces sí, los seres humanos tienen libre albedrío. El actual estado pecaminoso del mundo está directamente relacionado con las decisiones tomadas por Adán y Eva. Dios creó a la humanidad a su imagen y semejanza, y eso incluye la capacidad de elegir.

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Sin embargo, el libre albedrío no significa que la humanidad pueda hacer todo lo que le plazca. Nuestras elecciones están limitadas a lo que está en consonancia con nuestra naturaleza. Por ejemplo, un hombre puede elegir cruzar un puente o no cruzarlo; lo que no puede elegir es volar sobre el puente: su naturaleza le impide volar. Del mismo modo, un hombre no puede elegir hacerse justo-su naturaleza (de pecado) le impide cancelar su culpa (Romanos 3:23). Así pues, el libre albedrío está limitado por la naturaleza.

Esta limitación no mitiga nuestra responsabilidad. La Biblia es clara en cuanto a que no sólo tenemos la capacidad de elegir, sino que también tenemos la responsabilidad de elegir sabiamente. En el Antiguo Testamento, Dios eligió una nación (Israel), pero los individuos de esa nación seguían teniendo la obligación de elegir la obediencia a Dios. Y los individuos fuera de Israel podían elegir creer y seguir a Dios también (por ejemplo, Rut y Rahab).

Argumentos a favor del libre albedrío

Vuelve a la época en la que viste el titular o el enlace de este artículo. Teniendo en cuenta el “entorno de elección” en el que te encuentras -tu historia, tu personalidad, las otras opciones que tienes, tu estado de ánimo, tu horario-, ¿no era inevitable que empezaras a leerlo, lo dejaras para más tarde o pasaras a otra cosa? Y como ahora decides seguir leyendo o no, ¿realmente controlas lo intrigado o irritado que estás por las palabras que tienes delante?

Nada de lo que puedas hacer puede vencer estas preocupaciones. Tal vez tengas la tentación de dejar de leer ahora como demostración de tu libertad de elección. Pero si lo hicieras, ¿no sería eso también lo que siempre ibas a hacer, dado cómo reaccionas al leer este tipo de cosas? Es como la obra de teatro Rosencrantz y Guildenstern están muertos (1966) de Tom Stoppard, en la que los dos protagonistas, que están en un barco, tienen la sensación de que sólo son peones en un juego mayor. Podría saltar por la borda. Eso pondría un radio en su rueda”, dice Rosencrantz. A menos que cuenten con ello”, responde Guildenstern.

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Libre albedrío frente a determinismo

El concepto de libre albedrío es difícil de definir, pero es crucial para la vida individual y social (Kane, 2005). El libre albedrío puede ser la razón por la que alguien no es enviado a la cárcel durante un juicio al apelar a la demencia: el sujeto no era “libre” cuando cometió el delito, no porque alguien le apuntara con una pistola a la cabeza, sino porque una enfermedad psiquiátrica le impedía controlar sus actos. Según una antigua tradición filosófica, si alguien no era “libre” cuando hizo algo, no puede ser considerado responsable de su acto (Glannon, 2015). Y la libertad en cuestión es tanto la libertad “social” (ligada a las limitaciones impuestas por nuestros compañeros o por factores externos), como la que indica el término libre albedrío.

El libre albedrío puede definirse mediante tres condiciones (Walter, 2001). La primera es la “capacidad de hacer lo contrario”. Se trata de un concepto intuitivo: para ser libre, uno tiene que tener al menos dos alternativas o cursos de acción entre los que elegir. Si uno tiene un espasmo involuntario de la boca, por ejemplo, no está en condiciones de elegir si tuerce la boca o no. La segunda condición es el “control sobre las propias elecciones”. La persona que actúa debe ser la misma que decide qué hacer. Para que se le conceda el libre albedrío, uno debe ser el autor de sus elecciones, sin la interferencia de personas y de mecanismos fuera de su alcance. Esto es lo que llamamos albedrío, es decir, ser y sentirse “dueño” de las propias decisiones y acciones. La tercera condición es la “respuesta a las razones”: una decisión no puede ser libre si es el efecto de una elección al azar, sino que debe estar motivada racionalmente. Si tiro un dado para decidir con quién me voy a casar, no se puede decir que mi elección sea libre, aunque yo elija libremente decir “sí quiero”. Por el contrario, si elijo casarme con una persona concreta por sus ideas y mi profundo amor por ella, entonces mi decisión será libre.

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